Los transgénicos en el debate
Escribe Modesto Montoya (*)
Las propiedades de las plantas y sus frutos están programadas en las moléculas de ADN que se encuentran en el núcleo de cada una de sus células. Las moléculas de ADN tienen secuencias de numerosas combinaciones de cuatro bases o caracteres. Hay segmentos de ADN, llamados genes, que definen propiedades específicas: por ejemplo, un gen puede ser responsable de la textura de la cáscara de una fruta. El cambio en la secuencia del ADN de una planta abre la posibilidad de otra, diferente a la original.
En la naturaleza, por acción de agentes externos, se produce mutaciones en los seres vivos. Entre los agentes mutagénicos se tiene la radiactividad. La radiactividad fracciona moléculas de ADN, las que, al recomponerse, dan lugar a otra secuencia, arbitraria, impredecible. La mayoría de las nuevas plantas producidas por esta vía es inviable, pero algunas sobreviven y se multiplican en el campo.
Una forma de inducir artificialmente mutaciones en plantas es por irradiación con fuentes de rayos gamma. Se irradia miles de semillas, para luego sembrarlas y esperar las nuevas plantas y productos. Aquellas con mejores propiedades son escogidas para ayudarlas a multiplicarse. Las plantas que salen con propiedades no deseadas son eliminadas.
En la naturaleza se produce también el fenómeno de hibridación, es decir producto de la mezcla de genes de plantas de diferentes variedades. Esto se da cuando el polen de una planta, llevada por el viento, insectos, aves u otros agentes, va a una planta de otra variedad, para dar lugar a una nueva, con propiedades diferentes a las originales.
Desde hace miles de años se utiliza la técnica de la polinización asistida en busca de nuevas variedades de plantas con propiedades útiles para el hombre. En realidad, casi todas las plantas existentes son productos de la hibridación natural.
Por otro lado, en el campo, hay bacterias capaces de introducir genes externos entre el ADN de una planta, dando lugar a productos “transgénicos” naturales. En estos casos, el gen escogido al azar producirá propiedades no necesariamente beneficiosas en las plantas descendientes.
Una forma menos dependiente del azar para producir nuevas variedades de vegetales es seleccionando un gen, por una propiedad especial que produce en una planta, para introducirlo en el ADN de otra, con la expectativa de que esa propiedad le sea transferida a las nuevas plantas.
Algunos tienen la idea que lo natural es lo mejor. En realidad, en la naturaleza hay sustancias tóxicas. El apio contiene sustancias que afectan la piel; las zanahorias contienen una neurotoxina (aunque sus efectos se notarían luego de un consumo exagerado de ese producto); las fresas llevan un compuesto que retarda la coagulación; las arvejas, los frijoles, los cereales, y en las papas hay lectinas, las que causan diarreas y náuseas; y el café conlleva 27 compuestos que causan cáncer. La técnica de los transgénicos puede ayudar a eliminar la producción de las sustancias tóxicas de algunas plantas.
Los efectos de cualquier alimento sobre la salud son estocásticos: hay una probabilidad de ocurrencia y depende de la dosis ingerida. Para calcular esa probabilidad se organiza grupos para que ingieran diversas cantidades de alimentos durante diferentes periodos de tiempo -por ejemplo 5, 10, 15 o 20 años- y un grupo de control que no los ingiere. Luego, se hace un seguimiento médico para ver qué enfermedades adquiere cada grupo con una mayor probabilidad que el grupo de control.
En los casos de las plantas productos de mutaciones por irradiación o los productos irradiados para su conservación –técnicas que se practican por más de medio siglo- no se ha encontrado efectos nocivos en los consumidores.
No hay nada que indique que los productos transgénicos sean más peligrosos que los productos de otras formas de mejoramiento genético de plantas. Lo cierto es que la agricultura tradicional, como la que se practica desde hace miles de años, no puede producir la cantidad de alimentos que necesita la actual población de la Tierra. Lo que no debemos hacer es limitarnos a importar productos biotecnológicos. En el Perú, es urgente un programa de investigación biotecnológica tendiente a producir más y mejores alimentos. Y entre los temas de investigación de mayor probabilidad de éxito, por no ser una mutación completamente al azar, está el de la producción de transgénicos. (*) Coordinador de la Red Internacional de Ciencia y Tecnología
Escribe Modesto Montoya (*)
Las propiedades de las plantas y sus frutos están programadas en las moléculas de ADN que se encuentran en el núcleo de cada una de sus células. Las moléculas de ADN tienen secuencias de numerosas combinaciones de cuatro bases o caracteres. Hay segmentos de ADN, llamados genes, que definen propiedades específicas: por ejemplo, un gen puede ser responsable de la textura de la cáscara de una fruta. El cambio en la secuencia del ADN de una planta abre la posibilidad de otra, diferente a la original.
En la naturaleza, por acción de agentes externos, se produce mutaciones en los seres vivos. Entre los agentes mutagénicos se tiene la radiactividad. La radiactividad fracciona moléculas de ADN, las que, al recomponerse, dan lugar a otra secuencia, arbitraria, impredecible. La mayoría de las nuevas plantas producidas por esta vía es inviable, pero algunas sobreviven y se multiplican en el campo.
Una forma de inducir artificialmente mutaciones en plantas es por irradiación con fuentes de rayos gamma. Se irradia miles de semillas, para luego sembrarlas y esperar las nuevas plantas y productos. Aquellas con mejores propiedades son escogidas para ayudarlas a multiplicarse. Las plantas que salen con propiedades no deseadas son eliminadas.
En la naturaleza se produce también el fenómeno de hibridación, es decir producto de la mezcla de genes de plantas de diferentes variedades. Esto se da cuando el polen de una planta, llevada por el viento, insectos, aves u otros agentes, va a una planta de otra variedad, para dar lugar a una nueva, con propiedades diferentes a las originales.
Desde hace miles de años se utiliza la técnica de la polinización asistida en busca de nuevas variedades de plantas con propiedades útiles para el hombre. En realidad, casi todas las plantas existentes son productos de la hibridación natural.
Por otro lado, en el campo, hay bacterias capaces de introducir genes externos entre el ADN de una planta, dando lugar a productos “transgénicos” naturales. En estos casos, el gen escogido al azar producirá propiedades no necesariamente beneficiosas en las plantas descendientes.
Una forma menos dependiente del azar para producir nuevas variedades de vegetales es seleccionando un gen, por una propiedad especial que produce en una planta, para introducirlo en el ADN de otra, con la expectativa de que esa propiedad le sea transferida a las nuevas plantas.
Algunos tienen la idea que lo natural es lo mejor. En realidad, en la naturaleza hay sustancias tóxicas. El apio contiene sustancias que afectan la piel; las zanahorias contienen una neurotoxina (aunque sus efectos se notarían luego de un consumo exagerado de ese producto); las fresas llevan un compuesto que retarda la coagulación; las arvejas, los frijoles, los cereales, y en las papas hay lectinas, las que causan diarreas y náuseas; y el café conlleva 27 compuestos que causan cáncer. La técnica de los transgénicos puede ayudar a eliminar la producción de las sustancias tóxicas de algunas plantas.
Los efectos de cualquier alimento sobre la salud son estocásticos: hay una probabilidad de ocurrencia y depende de la dosis ingerida. Para calcular esa probabilidad se organiza grupos para que ingieran diversas cantidades de alimentos durante diferentes periodos de tiempo -por ejemplo 5, 10, 15 o 20 años- y un grupo de control que no los ingiere. Luego, se hace un seguimiento médico para ver qué enfermedades adquiere cada grupo con una mayor probabilidad que el grupo de control.
En los casos de las plantas productos de mutaciones por irradiación o los productos irradiados para su conservación –técnicas que se practican por más de medio siglo- no se ha encontrado efectos nocivos en los consumidores.
No hay nada que indique que los productos transgénicos sean más peligrosos que los productos de otras formas de mejoramiento genético de plantas. Lo cierto es que la agricultura tradicional, como la que se practica desde hace miles de años, no puede producir la cantidad de alimentos que necesita la actual población de la Tierra. Lo que no debemos hacer es limitarnos a importar productos biotecnológicos. En el Perú, es urgente un programa de investigación biotecnológica tendiente a producir más y mejores alimentos. Y entre los temas de investigación de mayor probabilidad de éxito, por no ser una mutación completamente al azar, está el de la producción de transgénicos. (*) Coordinador de la Red Internacional de Ciencia y Tecnología
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